Cementerio
de San Gaudencio (llamado con el nombre
del Santo a propuesta de D. Manuel Fernández Pérez) su construcción finalizó en
la 4 década del s. XIX. Situado a la derecha del “Camino la Reina” camino muy
transitado tanto para llegar a la Alquería del Fadala, como a la vereda que nos
conducía a Coin, zona aislada y a las afueras del casco urbano de Alhaurin. Es
a partir del año 1833 cuando el poder civil, se hace con la gestión de los
enterramientos.
En Alhaurin existía la costumbre al igual que en
resto de España, de enterrar a los difuntos en las iglesias, por ser insalubre,
Carlos III Rey de España en 1787, mandó restablecer la disciplina de la Iglesia
en el uso y la construcción de cementerios, según lo dispuesto por el Ritual
romano, mandando además que se fuesen
gradualmente estableciendo los cementerios rurales.
El de
noviembre de 1796 se dispuso a la
policía de la salud pública, también
que, mientras llegaba el feliz momento de quedar erigidos los cementerios
rurales, se sepultasen los cadáveres con la profundidad competente, que no se
expusiesen en parajes públicos (es por ello la aparición de restos humanos
junto al lado de los caminos confundiéndose con restos de árabes) los que hubiesen llegado a términos de una
decidida y completa putrefacción y que las mondas se hiciesen en las horas,
estaciones y estado de la atmósfera menos expuestos a propagar los mismas que
despiden los cadáveres y sus despojo Carlos IV en 1804 dictó varias medidas
para activar la construcción de los cementerios extramuros.
D. Diego
Fernández Medina y Segredo, Presbítero de Alhaurin en la época de Carlos III,
asume el decreto Real, y ante la falta de espacio en Alhaurin para este
menester cede una vivienda, de su propiedad
gratuitamente como cementerio y hueserío, la vivienda abarcaba desde la Iglesia, hasta la huerta de Rosón
(c/ Rosales).
A partir de dicha fecha los vecinos de Alhaurin
al igual que otros municipios se veían obligados a enterrar a sus seres
queridos en las riveras de los caminos y veredas, con el solo hecho de
preservar su sueño, existían ladrones que saqueaban las tubas para llevarse las
cosas de valor que los familiares les dejasen a sus difuntos. Ese hecho ha dado
origen a confundir dichos enterramientos, con cementerios árabes tal y como nos
quieren deja ver algunos posibles “historiadores”.
La palabra cementerio viene del término griego koimetérion,
que significa dormitorio porque, según la creencia cristiana, en el cementerio,
los cuerpos dormían hasta el Día de la resurrección. A los cementerios católicos
se les llaman camposantos dado que en Pisa, cuando ateniéndose a medidas de
higiene la autoridad ordenó cerrar el cementerio, que había sido construido en
el siglo XIII dentro de la ciudad, el terreno fue cubierto con una gran capa de
tierra, que las galeras pisanas habían traído de los lugares santos de
Jerusalén.
Usualmente, los cementerios son comunitarios, es
decir, en dicho lugar se encuentran las tumbas de los miembros de la comunidad,
sin llegar a ser tumbas colectivas, pues cada difunto tiene su propio espacio
determinado nicho.
Año II a
14 de Mayo de 2014- texto Cristóbal González Ramírez, prohibida su reproducción
total o parcialmente.
Un cementerio es una gran botica fracasada.
(Ramón Gómez de la Serna)